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domingo, 17 de mayo de 2020

Entropía, juegos finitos y juegos infinitos.


La fuerza que subyace en la dinámica social es la misma que en el mundo natural: la entropía, que impulsa a todos los objetos y sistemas al reposo y al equilibrio que, a su vez, los condena a la muerte. Para evitar este predicamento existe un proceso llamado intercambio de energía y lo vemos en todas partes: en los ciclos naturales, en las interacciones metabólicas, en los fenómenos en escalas muy grandes y en las microscópicas, en los procesos mentales y en las relaciones sociales. Por lo tanto, también en las organizaciones y en las empresas. En ellas, la energía es el conocimiento, la experiencia, las personas, el dinero, la reputación y la lealtad. Estos procesos de intercambio se deben mantener en el tiempo para que una organización prospere y por eso es necesario que cree, produzca e intercambie valor de forma continua con su entorno. Si lo hace, obtendrá a cambio dinero, reputación, lealtad, conocimiento y experiencia.
Ninguna organización vive aislada y depende de su relación con el entorno. Es un proceso dinámico que pasa por estadios estables y otros agitados, como el que estamos viviendo hoy.
El juego ha cambiado, y digo juego, porque el juego y sus reglas son una forma muy interesante y útil de entender cómo las organizaciones se relacionan con el mercado. Los juegos están definidos como un espacio con reglas propias, con jugadores que buscan alcanzar un objetivo o una meta que puede ser fija o flotante, cuyo horizonte temporal puede ser finito o infinito, donde la duda de cómo terminará (si es que termina) sostiene el interés y la tensión.
Decía que el contexto ha cambiado y esto ha condicionado la forma en la que jugamos nuestra sobrevivencia y prosperidad. Existen cuatro tipos de juegos: el Agon (juegos de competencia), Alea (juegos de azar), Ilinx (juegos de vértigo) y Mimicri (juegos de simulacro). Estos cuatro juegos se pueden combinar de diferentes formas y definen un comportamiento. Por ejemplo, el Agón requiere de destreza, entrenamiento y disciplina, lo vemos en el fútbol y también en el mercado cuando se juega en un contexto estable. De lo que hay que preocuparse es de los competidores: hay jugadores que imprimen vértigo (Ilinx) al cambiar las reglas mediante, por ejemplo, la introducción de una nueva tecnología y, otros, son expertos en el Mimicri o la imitación de lo que está funcionando bien, aprovechando una situación y alineándose rápidamente al nuevo contexto.

La cuarentena obligatoria se ha convertido en una bisagra que agregó una variable muy extraña en esta dinamica: el azar (Alea). La cuarentena es una sacudida tan grande a la situación como la que sucede cuando las fichas de dominó se mezclan boca abajo y se reparten a los jugadores al azar y este, luego de verlas, depende se su habilidad para llevar el juego a buen puerto.
El comportamiento devela el juego que las empresas están jugando. Si el juego se observa como un producto discreto y no un proceso, el jugador diseña sus recursos y estrategia y los usa en función del horizonte definido por los parámetros que defina. Así sucede con las organizaciones que vivían en el límite se sus posibilidades antes de la cuarentena y que ahora no pueden sobrevivirla. Otras, que ven en esta coyuntura un cambio de reglas y una oportunidad de sobrevivirla y fortalecerse, juegan otro juego. Un juego infinito.
La diferencia entre un juego finito y uno infinito es que el primero se enfoca en un ganador absoluto y otro en un ganador relativo; el primero define marcos temporales rígidos y el otro, variables; el primero juega con reglas claras y el segundo acepta nuevas reglas como parte del juego; el primero juega para ganar y el segundo para seguir jugando.
Durante mucho tiempo, en un contexto de estabilidad de las reglas de juego, se levantaron empresas que no estaban preparadas para durar y otras, por el contrario, parecen haber sido diseñadas y son gestionadas para ser eternas. Toyota, Lego, General Electric y Sony son buenos ejemplos de las que juegan un juego infinito.
En fin, al parecer, quienes jueguen al juego infinito, en el que la competencia, el azar, la simulación y el vértigo se combinan de las formas más insólitas, y que juega para seguir jugando, podrán acceder a una clave para superar la trampa de la entropía.
Texto inspirado en “Los juegos y el hombre”, de Roger Caillois; “Juegos finitos y juegos infinitos” de James Carse; “El Juego Infinito”, de Simon Sinek; y Marketing en Movimiento, de Benjamín Edwards.

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