Benjamin Edwards: SEPARE SU CITA
SEPARE SU CITA, blog de ideas, marketing y opinión de @benjaedwards,centrado en análisis, innovación, crítica y reflexión sobre asuntos candentes de coyuntura y de siempre.
Vistas de página en total
lunes, 18 de noviembre de 2024
Presentación La Vespa Rosada (14.11.2024)
domingo, 3 de noviembre de 2024
El marco y la crítica (texto publicado en revista Seisdedos)
El marco y la crítica
Vicente Ferrer
Walter Benjamin acuñó dos grandes ideas: el autor como productor y la literatura como mercancía (La tarea del crítico, 105). El triunfo del capitalismo y la irrupción de la tecnología como motor de progreso, a inicio del siglo pasado, confluyeron para dar vida a estas ideas que marcarán una parte importante de la crítica cultural hasta hoy. El crecimiento de las clases medias y la reconfiguración de la forma de producción y consumo generaron enormes tensiones entre la emergente cultura popular y la cultura como se entendía hasta ese momento: la alta cultura. Quizás por eso, Theodor W. Adorno afirmó que “cuanto más total es la sociedad, tanto más cosificado está el espíritu y tanto más paradójico es su intento de liberarse por sí mismo de la cosificación” (Crítica a la cultura y a la sociedad, 29). La globalización de los paradigmas y la estandarización de los gustos deja menos espacio para la irrupción del espíritu humano en su excelencia intelectual y creativa. “El espíritu crítico (continúa Adorno), si se queda en sí mismo, en autosatisfecha contemplación, no es capaz de enfrentarse con la absoluta cosificación de tuvo entre sus presupuestos el progreso del espíritu, pero que hoy se dispone. Desangrarlo totalmente” (Crítica a la cultura y a la sociedad, 29). Adorno levanta una alerta con la forma de denuncia: la totalización vista como un sistema social que impone una cultura única o como una totalización de las formas de producción que buscan satisfacer las necesidades de una masa de personas ajenas a la cultura como él la entiende, son una amenaza mortal a las formas de conservación y de creación de la cultura desde la Ilustración hasta fines del siglo XIX.
La sociología y la psicología social han desarrollado el concepto “marco”. George Lakoff indica que marco se denomina a las “estructuras mentales que moldean nuestra visión del mundo” (No pienses en un elefante, 11), lo que define los objetivos y los planes que nos trazamos, y la forma en la que actuamos. Modificar estos marcos genera un cambio social. Cuando se insertan conceptos, modismos o modas influenciados por un substrato ideológico estas estructuras mentales se reafirman, se erosionan o cambian, dependiendo de si se encuentra consolidado, en decadencia, o si irrumpe con novedad o violencia. Se puede entender, por lo tanto, la crítica de Adorno al jazz en su marco, en el sistema de creencias donde fue formado y educado (fue alumno del Alban Berg, por ejemplo), en la esperanza de excelencia del espíritu humano y en los marcos generales en los que operaba hasta ese momento la crítica. En este contexto para él, el jazz, tiene “indudable la presencia de elementos africanos” (Moda sin tiempo,128) y “es un manierismo de interpretación” (Moda sin tiempo,129). Es imposible no hacer referencia a la teoría del Orientalismo de Said en cuanto a la forma en la que discrimina la música docta del jazz, haciendo una diferenciación entre lo propio y el resto con ecos del colonialismo, de las indias o del mundo insular exótico. Adorno cae en la trampa de criticar al jazz partiendo de la premisa de lo ajeno y lo primitivo. Sin embargo, y a pesar de ello, su análisis parece tener un trasfondo mayor, relacionado a una profunda insatisfacción con la poca rigurosidad con la que sus colegas aplicaban al análisis del fenómeno emergente que significaba el jazz como música de masas y no como música docta. En este sentido, la crítica al jazz es un ejemplo de cómo un crítico debe abordar un tema desde el más profundo compromiso del análisis. Como un cocinero experimentado que pela una cebolla, bate la clara y la yema, maneja el calor en un sartén, conoce la cantidad exacta de mantequilla y el tiempo que necesita una omelette, parece indicarnos cómo un crítico debe ser capaz de comprender el objeto criticado, utilizar las herramientas de análisis como ingredientes, tener un método adecuado para tal fin, un conocimiento del asunto que le permita abordar el problema y tener puntos de comparación que permitan encontrar el valor o el residuo de lo criticado. Adorno detecta en su época un síntoma que se generalizaría en las décadas futuras: la incapacidad y la incompetencia del crítico en encontrar el valor real y perdurable de los aportes culturales en el arte. Para Adorno el jazz no es comparable a la composición de música clásica ni menos a una interpretación que requiere de talento y rigurosidad. El jazz es primitivo no por provenir de África, sino por esconder en un empaque de improvisación una estructura primitiva y previsible que limita más que libera al genio creador. Borges parece estar de acuerdo con Adorno cuando compara los orígenes del tango con los del jazz. Dice Borges, “según todos, el tango surge en los mismos lugares en que surgiría, pocos años después, el jazz en Estados Unidos. Es decir, el tango sale de las “casas malas”, refiriéndose a los burdeles y prostíbulos de Buenos Aires. (El tango, 33). Edward Said también parece acercarse a Adorno cuando habla de música por cuanto descubre y describe a la excelencia musical en la especialización y profundización creativa e interpretativa. Pone como ejemplo que “el virtuosismo de Gould no estaba diseñado meramente para impresionar y, en última instancia, alienar al oyente-espectador, sino para atraer al público por medio de la provocación, la dislocación de las expectativas y la creación de nuevos tipos de pensamiento basados sobre todo en su lectura de la música de Bach” (Música al Límite, 353). Una apreciación crítica exigente permite entender que un extraordinario intérprete es capaz de generar nuevos tipos de pensamiento, que el intérprete permite reinterpretar el arte y generar un nuevo nivel de comprensión sobre él mismo.
Pero, ¿qué pasa en un mundo donde el autor es un productor y la literatura, y el arte por extensión, una mercancía? Más, aún, teniendo en cuenta que la técnica permite a todos ser productores de contenidos y los medios de reproducción y de comunicación son dictados por algoritmos que refuerzan los gustos y las preferencias de un enorme grupo de personas, ¿dónde quedan las élites artísticas?, ¿qué sucede con la capacidad crítica de alto nivel?, ¿está condenada a refugiarse en ecosistemas alejados del mundo, incapacitada de ejercer alguna influencia? La denuncia de Adorno sobre el jazz es similar a la que hacemos hoy de las fake news o de las ideologías de la posverdad. La crítica, podríamos afirmar, es una de las pocas tablas de salvación que tiene la cultura para discernir la verdad evidenciando la falacia y el error.
“Los otros me ven, pero yo nunca tendré la menor idea de lo que ven”, dice Clément Rosset (Lo invisible, 39) en su ensayo sobre lo invisible. Esta afirmación revela la necesidad de contar con puntos de apoyo para generar coincidencias comunes en los que una apreciación al mundo se pueda dar. Pero, aquí es donde se genera el problema central, se acepta de buen grado “como cierto que la “verdad” de la lengua, de la imagen, de la música, no se sitúa en el campo de su eclosión natural, sino en alguna parte en su interior” (Lo invisible, 19). En el mundo de la crítica, la verdad se encuentra en otro lugar, lejos de lo que es y de lo que se muestra. Llegar a ella requiere una comunidad de conocimiento y de un marco para llegar a un consenso y aceptación. El trabajo del crítico se aleja del mundo porque el mundo (literalmente, todo el mundo) está en la capacidad de producir y reproducir contenidos, de opinar y formarse una opinión sobre algo (incluso sobre el Jazz o el Reggaetón). Esas críticas, por muy primitivas que sean, se basan en hechos y cosas obvias y visibles, se desprenden literalmente de los que se ve, se escucha o se palpa. Los efectos dejan de ser emocionales e intelectuales para ser sensoriales. “Lo que nos dice la música pasa con la música y debe ser encontrado en su propio decir, no fuera de él… la música nunca dice más que lo que dice” (Lo invisible,19). Lo demás son interpretaciones. Igor Stravinsky consideraba que la música “por esencia es impotente para expresar lo que sea… Si la música, como casi siempre suele ocurrir, parece expresar algo, no es más que una ilusión y no una realidad” (Crónicas de mi vida, 63). El crítico debe ser capaz de leer entre líneas, seleccionar los hilos que sirven para tejer la cultura, unir la tradición, expandir las fronteras, identificar los saltos creativos y agregarlos al cuerpo del acervo.
La crítica, por tanto, debe tener un aspecto relacionado con la verdad y otro con la realidad. La realidad se sitúa en un espacio temporal dominado por un marco, la verdad no es afectada por el tiempo sino por estado del conocimiento. Ambas pueden cambiar. La realidad cambia cuando el marco cambia. La verdad cambia cuando el conocimiento cambia. La idea de que el universo rotase alrededor de la Tierra fue una verdad, las observaciones y el conocimiento definieron ciertas fórmulas que así lo fijaron. Los hechos se adecúan a las evidencias. La realidad en ese tiempo indicaba que la tierra era el centro del universo, de lo que se desprendía una relación directa entre un dios y una creatura capaz de comunicarse con él. Todo cambió con el avance del conocimiento y la fijación de una nueva verdad: la Tierra es uno de tantos objetos que daban vuelta al sol. Un golpe de conocimiento creó una nueva verdad, la que, a su vez, definió una nueva realidad que nos privó de la herencia divina y obligó a centrarnos en nuestras capacidades, dando inicio al humanismo y a la ilustración. Parafraseando a los existencialistas: “el hombre mismo crea su situación” (Teoría de la comunicación humana, 240).
En 1992, Jean Baudrillard anunció que “la especie humana empieza a producirse a sí misma como un residuo” (La ilusión del fin, 120). El residuo como un fenómeno humano está relacionado con la basura, lo inútil y contaminante por extensión. La técnica, los algoritmos, las ideologías y los mecanismos de intercambio se automatizan dejándonos afuera del mundo tangible, somos nosotros mismos residuos de nuestros procesos. La inmediatez, la banalización, lo efímero complican la capacidad de observación y de abstracción. “Necesito más tiempo para pensar”, pedíamos cuando nos sentíamos obligados a profundizar en algo. Hoy las máquinas procesan por nosotros haciéndonos creer que el procesamiento es equivalente al pensamiento. Las expresiones artísticas son expresiones residuales de un genio que es castigado por la contingencia.
¿Y el crítico? Es posible que deba tomar o retomar el rol de identificador y seleccionador de la basura respecto de lo que sirve. Peter Sloterdijk señala que un mundo que impulsa la eliminación de las fricciones y de las tensiones privilegia el éxtasis del sujeto libre (y por tanto subjetivo) sobre el estrés del sujeto en la realidad objetiva (Estrés y libertad, 49). Podríamos anunciar la necesaria existencia de un grupo de vigilantes de la inconformidad. El mismo pensador parafrasea que la verdad es un proceso de desocultamiento (Sin Salvación, 187) y, quizás, sea importante regresar a esta idea para entender que existen ciertas constantes que necesitan ser develadas bajo estrictos criterios críticos y de críticos que no vayan a caer en la trampa del marco o de la contingencia. La realidad es una máscara que no necesita ser removida, sino interpretada a la luz de la verdad, y la verdad es otra máscara que necesita ser interpretada a la luz del conocimiento.
El primer desafío de la crítica es evitar las trampas de la contingencia. La contingencia es el medio en el cual se produce un objeto o proceso artístico y como tal está sesgado por un marco. La crítica, debe ser capaz de descubrir qué es aquello que aporta a la cultura y por qué lo hace. El segundo, es retomar el rol de afectar el mundo con sus apreciaciones sobre la producción cultural (y, por extensión, social) y no caer en la doble trampa de segregarse a círculos cerrados o de convertirse en un fenómeno pop y superficial como el que Adorno critica. El tercero es retomar la senda de descubrir el valor y no solo la basura, descubrir y reconocer el valor atemporal de lo producido contingentemente para agregarlo al vasto acervo humano que, en última instancia, es lo que nos va a proteger de convertirnos en un producto residual de nosotros mismos.
Bibliografía:
Benjamin, Walter. La Tarea del Crítico. Hueders, 2017.
Adorno, Theodor W. Crítica a la Cultura y a la Sociedad. Akal, 2008.
Lakoff, George. No pienses en un elefante. Península, 2017.
Adorno, Theodor W. Moda sin tiempo. Ariel, 1962.
Borges, José Luis. El tango. Sudamericana, 2016.
Said, Edward. Música al límite. De Bolsillo, 2008.
Rosset, Clément. Lo invisible. El cuenco de plata, 2012.
Stravinsky, Igor. Crónicas de mi vida. Alba, 2005.
Watzlawick, Paul. Teoría de la comunicación humana. Herder, 1997.
Baudrillard, Jean. La ilusión del fin. Anagrama, 1997.
Sloterdijk, Peter. Estrés y libertad. Godot, 2017.
Sloterdijk, Peter. Sin Salvación. Akal, 2011.
Profanación (crónica publicada en revista Seisdedos)
Profanación
Sebastián Lohengrin
Llegué a Santiago el 26 de diciembre del 2019 para visitar a mi familia, en especial a mi padre, convaleciente de cáncer. Desde el diagnóstico fui a visitarlo una vez al mes, excepto en octubre, por un viaje programado a la India y, en noviembre, por los desórdenes sociales y los pendientes del trabajo. Durante ese tiempo, vi cómo su cuerpo y sus facultades comenzaban a degradarse. La inevitabilidad era algo con lo deberíamos convivir.
El 27 me subí a la bicicleta para ir a la Plaza Italia y conocer de primera mano los efectos del Estallido Social. La impresión fue grande, enorme. Nunca pensé que lo que leí y escuché por terceros iba a tener un correlato tan parecido a lo que experimenté cuando caminé por Providencia, por la Alameda, por Merced, por José Miguel de la Barra, por Bustamante y Vicuña Mackenna. Pocas veces en mi vida había sucedido que los testimonios fueran tan parecidos a la evidencia.
Letrero destruido, entrada de Metro Salvador. Foto del autor del texto.
Al llegar al Bombón Oriental, su letrero de vidrio amarillo colgaba quebrado y agonizante, sus vitrinas protegidas con planchas de madera eran testigos de la furia humana que pasaba noche a noche por el barrio. La única señal de vida era una puerta provisional que se abría para atender a sus clientes más fieles. Pedí un café turco y lo tomé de pie, apoyado en una mesita interior de madera. Miré las fotos enmarcadas, fotos de toda la vida, que retrataban hermosos paisajes de los Lagos del Sur y de Valdivia. La dueña me comentó que La Fuente Alemana de la Alameda había sido incendiada y destruida por completo. Devastado por la noticia miré la tacita blanca, me sumergí en el color sin brillo y espumoso de la superficie, sentí el sabor intenso, el polvillo final que se posa en la garganta y esa sensación terrosa que tanto me gusta.
El viaje a la India lo hice con mi esposa y un grupo de personas que conocí en el viaje. El tercer día, en la noche, el 20 de octubre, durante el trayecto que une Delhi con Pushkar, escuché Radio Bío-Bío y vi el programa de Fernando Villegas que tituló “Insurrección en Chile”, cuya tesis era que todo había sido causa de una gran conspiración. Mis compañeros de viaje, ninguno chileno, me preguntaron de qué se trataba, la imagen de Chile de un país ordenado y respetuoso se había caído a pedazos. Esa noche, en la terraza de un restaurante a más de diez mil kilómetros de distancia, hilé explicaciones y comentarios para mis compañeros de viaje, para el chat de mis amigos de colegio, para el que tenemos con la familia. Tenté una explicación cuyas causas se remontaban diez años atrás, nadie me hizo caso, todos tenían su teoría.
Foto del programa del 20 de octubre 2019.
Foto de pantalla del celular del autor del texto.
Saliendo del café, mi padre llamó por teléfono. Estaba feliz, porque el médico había extendido su esperanza de vida unos meses más y nos invitó a sus hijos y a su mujer a almorzar.
Vivir una situación que requiere de inteligencia, voluntad y cintura para ser resuelta se convirtió en una bomba de tiempo que reventó con una violencia inusitada para el carácter gris y tranquilo de los chilenos. Chile estaba desahuciado, no sabemos si tenía el diagnóstico claro o nunca lo tuvo. Recordé un estudio realizado por una empresa extranjera, allá por el 2014 que indicaba que más de la mitad de la población del país vivía según lo que el contexto definía como signos de éxito y prosperidad, un tercio de los chilenos tenía hambre y el resto lo hacía de lo que no podía pagar. En marzo de ese año analicé en mi blog el lenguaje de dos países, Argentina y Chile. En Argentina se instalaron conceptos como “capital concentrado”, “ley de lealtad comercial” y “precios cuidados”, llamaban a esa narrativa el relato oficial, en oposición al relato de quienes querían hablar sobre la realidad. En Chile se ponía de moda “lucro”, la palabra más poderosa de la década. Poco después saltaron los escándalos del grupo Penta, la colusión de precios de las farmacias, del papel higiénico y el descalabro de las universidades fachada. La profecía autocumplida. El poder del lenguaje comenzó a superar al poder económico. En junio de 2016 vine de visita y fui testigo de la destrucción del Cristo de la iglesia de la Gratitud Nacional. Profanar lo sagrado es un acto de rebeldía, muchas veces criminal. Lutero clavó noventa y cinco tesis para protestar contra la Iglesia Católica, el estado islámico sistematizó la destrucción de la memoria histórica y sagrada de Irak.
Las calles del centro de Varanasi son un laberinto, de noche emergen seres que caminan como fantasmas y se pierden en los recovecos que parecen ser sus albergues, de día encarnan su miseria en la basura, el caos vehicular y el desorden. La ira es la más intensa de las emociones y su fuente yace en el sentimiento de injusticia que, muchas veces, se expresa como impotencia. En Chile la miseria vivía puertas adentro, hacia afuera todo parecía discurrir ejemplarmente, con una dignidad con tejado de vidrio. Los escándalos y alborotos se acumularon en los corazones, en los bolsillos y en la moral de muchos.
Un intocable y el autor del texto en el casco antiguo de Varanasi. Noviembre de 2019. Fotos del autor del texto.
Entre los hindúes, los budistas y los jainistas no existe una rebelión de castas donde los intocables pasan por cuchillo a los comerciantes, esto puede deberse a la mezcla de determinismo y libertad que convive en su sistema moral y social. Determinismo por haber nacido en una casta y vivir según sus preceptos aceptando el destino. Libertad, porque pueden cambiar esta posición y ascender hasta que se produzca el Moksha, el desprendimiento del cuerpo y la liberación del alma de los deseos e impulsos humanos que los atan a lo terrenal. La vida de un hinduista (de un budista y del jainista) es un estado transitorio en constante movimiento gracias a sus reencarnaciones ¿Para qué perder el tiempo haciendo guerras o revoluciones si es mejor invertirlo para ascender en la escala de la salvación personal?
De pie, bajo el monumento profanado del general Baquedano, sentí el estremecimiento de la desacralización absoluta que luego observé en las iglesias, en las estaciones de metro, en los árboles centenarios, en el comercio, en todo aquello que parecía ser parte de un sistema de vida que nadie cuestionaba. Aquí y ahora, era el lema de esta explosión. Si hay que quemar el país, hagámoslo.
Estatua del general Baquedano en Plaza Italia el 27 de diciembre. Foto del autor del texto.
En el Ganges el canto de las mujeres se mezcla con las figuras que dibujan en la arena, símbolos sagrados que llaman al buen destino y desaparecen todos los días con las crecidas del río. Dimos un paseo en bote, en medio de dos lanchas quedó atracada una vaca muerta. En la orilla mujeres, hombres y niños se bañaban como si nada. Todos los años en Varanasi se creman más de ochenta mil cuerpos. Hay asilos de ancianos que vienen a morir a esa ciudad con la esperanza de liberarse. Vida y muerte conviven. Vida y muerte conviven en Santiago, quizás desde cuándo. Caminé por Providencia hasta el cruce con la avenida El Salvador, quedé pasmado con lo que vi. Llamé a mi padre y a mis hermanos, no iría a almorzar con ellos, quería ser testigo de primera mano de la destrucción de un lugar al cual amé de joven.
Playa del río Ganges: mujeres en ritual, símbolo sagrado en arena, amanecer. Noviembre de 2019. Fotos del autor del texto.
El impacto y la sorpresa fueron mayúsculos, el destrozo y el vandalismo se mezclaba con otra cosa, con una emoción expresada en los dibujos, en los mensajes, en las demandas y exigencias de criaturas que necesitaban una catarsis. Las palabras faltaban, las imágenes eran necesarias. Caminé en silencio y grabé en mi memoria lo que aquellos jóvenes querían expulsar y pedir al mundo.
Muchas voces se alzaron desde el 18 de octubre del 2019, luego quedó el lumpen a merced de la incompetencia del gobierno y de las demandas de la oposición. Esas voces, las primeras, las reales y honestas, escribieron sus mensajes en los muros y en las calles. Las revoluciones son desordenadas y nos toca, a quienes queremos entenderlas, identificar sus causas y a sus actores para advertir con anticipación las señales de un nuevo descontento.
Imágenes del recorrido desde Plaza Italia a Pedro de Valdivia por Providencia. Fotos del autor del texto.
Esa mañana terminé en la Fuente Alemana de Pedro de Valdivia, en lo que consideré el último bastión del Chile antiguo. Mi padre almorzó feliz y esperanzado con su mujer y mis hermanos. Mientras disfrutaba una cerveza, pensé en la India y en su profundidad, un país con cuatro mil años de historia, invadido por decenas de imperios y con cada nuevo ciclo una capa adicional de sabiduría agregada en su gente. Pensé en Chile, país adolescente, pensé en sus diferencias y en la rabia acumulada, en las brechas que no habían dejado de ampliarse desde el regreso a la democracia. Pensé en Varanasi, la ciudad más antigua del mundo, en su religión, en sus creencias tan primitivas. Pensé en la importancia de la religiosidad como pegamento social, pensé que cuando falla no existe una opción para encontrar un refugio en momentos de sufrimiento y angustia. Pensé en la importancia de la cultura, del conocimiento, de la necesidad de empatía y generosidad. Pensé en la violencia. Pensé en mi padre, en la muerte que toca la puerta, una muerte con rostro y fecha cercana. Disfruté el último trago de cerveza, pagué la cuenta, admiré la pericia de las maestras en la preparación de los lomitos y los churrascos y el ánimo de los comensales que ponen en pausa su vida cuando saborean la mezcla de pan, salsas y carne. Recordé la imagen de la Fuente Alemana de La Alameda, la furia que pasó sobre ella. Rogué al dios que estuviera disponible que no traspasara el límite de Pedro de Valdivia, que así como el Bombón Oriental, pudiera sobrevivir al cambio de época.
El hombre cuantificado (poema publicado en Seisdedos)
El hombre cuantificado
Sebastián Lohengrin
Caí en cuenta que no era más que un número,
número cifrado
cargado
porcentaje, proporción, ecuación
que explica
que dice
quien soy.
Algoritmo mágico
instrucción previsible
ciclo de reproducción.
Reducto humano
arte y color, nota y cincel
camino de tierra azaroso
formas de la pasión
corregidos por el cuanto
la lógica y el código
la proporción aurea
la perspectiva, la blanca, la corchea el pentagrama.
Relaciones sinápticas, calorías
intercambio sistémico
pulsaciones, impulsos eléctricos
metabolismo enfrascado en un envase orgánico
configurado
encarcelado
por polímeros de nucleótidos conectados
como vagones de trenes
como llaves amarradas al llavero
como enamorados al amor imaginado.
Azúcar, nitrógeno, fosfatos
receta
ingredientes amalgamados:
guanina, adenina, tiamina y citosina
sal, levadura, agua y harina.
Número azaroso.
Posición cardinal
decimal de un censo
gramos sumados en kilos
milímetros en centímetros
mundo de toneladas y kilómetros
de hectáreas y hectólitros.
Producto de la química desatada
hormonas bipolares
calorías gastadas en roces
aceleraciones ventriculares
impulsos eléctricos
que activan a las células acuosas
como moluscos compuestos
por moléculas pentagonales.
Hilado de átomos como una frazada.
Manos, piernas
ojos, pelos
cubierta de carne
amiga de los gusanos.
Ladrillos de agua.
Posición en el caótico sistema-mundo
relativa al espacio-tiempo
al momento angular
a la probabilidad
al señor azar.
Lo afín y distinto
sistema de nichos
coorperación y competencia
gula, avaricia, soberbia
paciencia, templanza, paciencia
Ignorancia, reproducción
unión de enlaces
contratos naturales
escritos con energía, velocidad y luz.
Esferas musicales
corchea vital
blanca pausada
negra central.
Compuesto orgánico
mecánica extendida
origen
visión del tiempo-río
congelado
de la materia no vista
de las partículas aceleradas
que viven más allá del barrio.
Flecha de tiempo, vector
objetivo, indicador
meta.
Estructura invisible
predecible
ecuaciones, historia, tendencia.
Cinética esclavizadora.
Grados de libertad, siempre grados
nunca libre
radicales.
Vida-tiempo, longitud, velocidad.
Vida-aceleración, peso.
Vida-base, mol.
Vida-temperatura, presión, volumen, área.
Vida- hidruros, óxidos, metales, sales.
Vida- alcanos, alquenos, alquinos, alcoholes.
Vida-nutrición, excreción, crecimiento, respiración, circulación
reproducción.
Observador observado
posición y momento.
Inconsciente, despierto
motivo, comportamiento.
Pulso, pulsión.
Bosón, neutrón, protón, electrón, gravitón, fotón, gluón
onda.
Frecuencia, voltaje, caloría, fuerza.
Entropía.
Alfa, omega
cero, infinito
pum-pum-pum
Pi.