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viernes, 25 de enero de 2019

La Indignación Disruptiva





Un fenómeno recorre el mundo, a pesar de ser un sentimiento antiguo y recurrente. La indignación se manifiesta como lo hace el dolor o la alegría, es parte de nuestra herencia más antigua, la que reacciona instintivamente a los sucesos que nos rodean. Uno se indigna con uno mismo o con algo externo. Con nosotros por un error que pudimos evitar o cuando nuestro auto se detiene por una falla mecánica.

Se amplifica gracias a las nuevas tecnologías y a los ideales de libertad y democracia que todos defendemos pero que parecen tan precarios.

Cuando la indignación cae en terreno fértil se producen cambios muy interesantes. Las buenas ideas nacen de la indignación:

“¡Carajo!, me están robando el trigo, pero no sé cuánto”, debió gritar un rey sumerio cuando ordenó la solución que terminó en la escritura y los números. “Estoy harto de que los ingleses sigan subiendo sus impuestos, como si fuésemos sus siervos”, pudo reflexionar George Washington ante el abuso del Imperio con su colonia. “¡Nadie se fija en mi!”, quizás gritó el creador de Facebook en un momento de desesperación. “¡Dónde está la información que necesito!” pudo pensar, desesperado, el creador de Google cuando necesitaba hacer un trabajo en la universidad. O “¡Este café sabe a cualquier cosa!”, el de Starbucks antes de inventar su sistema de cafeterías omnipresentes. Imagino al de Uber perdiendo una entrevista de trabajo por no encontrar un taxi, o al de Airbnb desesperado por buscarle alojamiento a alguien. Quizás, Guttenberg estalló de ira cuando se rompió por enésima vez la base de madera con la que imprimiría un encargo. Es posible que Alexander Fleming creara la penicilina indignado por las muertes por infección en la primera guerra mundial.

Cohetes de SpaceX aterrizando.


La disrupción se convierte en una solución cuando es adoptada por la sociedad o por el mercado y genera un cambio en la industria en la que participa. Así vemos hoteles que no son hoteles, taxis que no son taxis, telcos que no son telcos, universidades que no lo son.

¿Qué condiciones requiere una industria para ser sensible a una disrupción? Según MIT Sloan,

1.- Que esa industria esté muy regulada o que la autorregulación sea muy estricta (solo piense en Seguros o Banca).

2.- El modelo de costos de la empresa o de la industria sean difíciles de entender (imagine al pobre Blockbuster con su alquiler con multa versus el de Netflix y su suscripción on-demand).

3.- Que la experiencia de los clientes no sea positiva, solo basta con que sea neutral (pobres taxistas).


Si eres inflexible, nadie entiende bien por qué cobras lo que cobras, y nadie está dispuesto a defenderte, el mercado está listo para experimentar una nueva solución.


www.ifixit.com

 I Fixit es un caso muy interesante. Su fundador, Kyle Wiens, arrancó esta compañía motivado por la indignación de no encontrar un manual de reparación para una máquina Apple IBook G3, por lo que decidió que todo el mundo tenía el derecho de arreglar algo que había comprado. Su indignación debió crecer a límites estratosféricos cuando se topó con la realidad de que el negocio de Apple y muchas otras marcas era que las máquinas que vendían debían ir a sus servicios de reparación, con precios exorbitantes de arreglo, y si no te gustaba, bueno, debías comprar otra máquina. Hoy, I Fixit es una compañía de millones de dólares, que es odiada por los principales fabricantes de todo tipo de artefactos porque le ha permitido a millones de personas en todo el mundo tener la posibilidad de arreglar lo que ha comprado.

Durante años, Apple fue el ícono de la disrupción y ahora es víctima de ella.

Nadie se salva de la indignación disruptiva.


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