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viernes, 3 de marzo de 2017

¿Ese soy yo?: El SuperHombre no es ese SuperHombre

¿Podría haber imaginado Friedrich Nietzsche, en la soledad de su Zaratustra, que aquella voluntad de poder del superhombre, que tenía el derecho de imponerla por el solo hecho de la superioridad de sus virtudes, hoy se haya topado con la tecnología, que promete convertir a todos los seres humanos en super-hombres antes de serlo a la manera que él había proclamado?

La nanotecnología, el procesamiento de información, la conexión de todas las cosas, los nuevos materiales y la supermemoria ofrecen la posibilidad de crear y acceder a cualquier artefacto, sea este tangible o intangible. Artefactos que permiten extender las capacidades que la evolución natural nos entregó.

Dos enormes fuerzas pugnan hoy sobre nuestra humanidad: la capacidad de expresar una individualidad como jamás se había permitido y la necesidad de interconectarnos para lograr lo que el contexto nos exige para prosperar. Ser uno y expresarlo, ser en otros para prosperar.

La política es despreciada por las mentes más preparadas, estas prefieren desempeñarse en las ciencias y la técnica. Es como si el ejercicio del poder fuera algo que limitase sus capacidades o desviara su atención en algo poco interesante. La virtud está ahora al servicio de la Protopia y no de la Utopía.

Qué sucederá con un superhombre tecnológico en un mundo que no ha preparado las instituciones, las leyes, las fronteras; un mundo que no ha desarrollado nuevas ideas normativas, nuevos marcos conceptuales, un mundo en el cual a todo se le llama “post” y nadie sugiere un “pre” o un “novo”.

Gran desafío para el humanismo. No seguir por detrás a la técnica, sino tomar de la mano a la ciencia con ideas, con filosofía que la pueda catapultar mediante un diálogo fructífero. La historia muestra que la ideología y la ciencia se han influido mutuamente y la tecnología ha sido el resultado de ambas. Hoy no existe más ideología que el territorio de la competencia por los recursos, por la preferencias de las personas, por la expresión del individualismo. Por una especie de implosión social, en la que cada individuo es el principio y fin de todo. 

La libertad es extrema, cada uno es editor de su propia existencia. Se ha perdido la figura del maestro, del guía, del mentor. En la excedencia y la soledad cada uno navega por un mar inmenso, tan cerca de otros como la tecnología le permite y tan lejos como para saber que una conversación existirá en la medida de su utilidad para lograr la propias metas.

La democracia tal como la conocemos parece agotada. El ejercicio del poder ha sido secuestrado y el gobierno de todo se basa en el interés de pocos. Lo que existe es mediocridad, ya los más capaces no eligen, el promedio baja, porque la moda baja. ¿Entienden? Las ideas, las buenas ideas, los seres virtuosos, los superhombres de Nietszche, están lejos. Han sido reemplazados por noticias efímeras, banales, lejanas, que se convierten en importantes, en las conversaciones diarias, en el contenido que usamos en el tiempo que tenemos.

Tamaño problema: como el del perro que persigue su propia cola. Ante la infinitud de la abundancia y la falta de orientación estamos forzados al ostracismo, a la soledad, a una soledad ignorante y superficial. 

¿Quién están preparados para vivir en soledad sino aquellos seres densos, profundos, enriquecidos por el conocimiento y la sensibilidad, quienes se han dado el tiempo para aprender y reflexionar? ¿Quién está en condiciones de decir, ese soy yo?

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