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viernes, 3 de junio de 2011

... y la estrategia ganadora es... (en el café Arábica desde mi IPhone)


Estoy en el café Arábica, frente a mi iPhone, esperando mi almuerzo y pienso que las ideas son reales y tangibles porque afectan al mundo de las cosas físicas (incluyéndonos). Las estrategias son ideas que afectan al mundo ya que modelan las percepciones y los comportamientos de las personas que lo habitan en pro de la consecución de un fin específico por parte de quien la diseña y ejecuta.

Es 3 de junio y quiero escribir algunas apreciaciones sobre la estrategia de las candidaturas de Keiko Fujimori y Ollanta Humala. Son tan diferentes que bien vale la pena reflexionar un poco sobre ellas a 48 horas del fin de este proceso.

Hoy se encuentran en un empate técnico.

El camino de Humala comenzó hace años, mucho antes del inicio de la carrera electorera. El de Keiko recién en la segunda vuelta.

Al principio del final, sin lugar a dudas, la mejor propuesta era representada por Fujimori. Su respaldo al modelo económico, el pragmatismo de la gestión que postula, el apoyo explícito y tácito de líderes que habían estado en la reconstrucción del país en los últimos veinte años la convertían en una apuesta segura.

Según mi parecer, Ollanta Humala y su equipo definieron una gran idea y un plan de acción que evitaba a los demás, circundándolos, moviéndose por la periferia evitando la reacción de la competencia. Pasar a la segunda vuelta estaba ya previsto. Lo que no estaba era que se enfrentaría con Keiko. Fue evidente un trabajo profesional de modelación de escenarios que permitió continuar su campaña sin desvíos aparentes. El único punto bajo de su proceso, caracterizado por la coherencia, la orquestación y la claridad fue cuando decidió hacer ajustes erráticos a su oferta de valor (promesa y plan de gobierno) con el fin de transitar hacia el centro y captar votos duros anti Keiko, aun indecisos. A pesar del ataque de algunos medios, de las campañas publicitarias de sectores empresariales asustados, las declaraciones públicas de líderes y políticos de centro, derecha y algunos de izquierda, no cejó en mantener su línea, siempre un paso adelante de su contendora (baste ver la campaña voto en blanco como ejemplo que la debió haber liderado Keiko para pasar a su lado a los indecisos).

En cambio, el enfoque de Fujimori se caracterizó por hipos tácticos, acciones efectistas que sacudían la conciencia del electorado (Bayly, de Soto, PPK, Editoriales, Titulares, y ahora último Castañeda) y emprendimientos gremiales que, sin ser explícitos, presentaban la conveniencia de la continuidad del modelo que había puesto al país en una posición histórica.

No menos importante es el estilo que tanto influye en la conformación de lo que mi amigo Robby Ralston explicó tan claramente en Caretas hace una semana. Convertirse en lovemark es una consecuencia y parte de un proceso de aprehensión emocional basada en la simpatía, la atractividad y el respeto. Según mi parecer ninguno de los dos cumple con el mínimo requisito para serlo, pero Humala ha trabajado duro en esa dirección.

El pecado de Fujimori ha sido la soberbia. La virtud de Humala ha sido la aparente humildad y control con el que ha enfrentado la campaña, sobre todo considerando sus antecedentes y características.

En un principio estuve de acuerdo con la opinión que Keiko había ganado en el último debate, pero viéndolo bien y en perspectiva, lo de Ollanta fue mejor. El público indeciso estuvo expuesto a un hombre de acción fuera de su ámbito, incómodo, fingiendo soltura y calma, siguiendo un libreto que de seguro no compartía, controlado y sufriendo el ataque artero de una Keiko furiosa. Y aquí es donde radica una clave poco analizada: normalmente los indecisos y los indiferentes tienden a cargarse al lado del débil. Y Ollanta pasó a ser el débil de la película, el Ulises que debía sortear todos los obstáculos y trampas que le colocaba no solo el competidor sino el establishment completo para llegar a su Itaca.

Nadie duda ni deja de sospechar sobre la procedencia de los recursos con los que ha contado la campaña de Humala, pero todos saben, con la certeza que otorga la experiencia, que los fujimoristas mueven hilos invisibles que trascienden el dinero y eso aterra a la gente porque nadie sabe realmente de que tamaño es el monstruo que encarna. Lo de Humala es claro, quiere cambiar muchas cosas y los recursos y acción de la oposición y de quienes le dan su apoyo condicionado debe enfocarse a controlarlo. Al fujimorista es imposible aprehenderlo, nadie sabe qué es lo que realmente piensa ni qué planes tiene. En las últimas tres semanas ha mostrado sus garras y colmillos y ha comenzado a atemorizar a la población con su posición infalible y soberbia, muchas veces fanática e inflexible que hace reflexionar sobre quién va a gobernar realmente.

La humildad siempre le gana a la soberbia: Guardiola a Mouriño, Messi a Cristiano Ronaldo y Humala se ha presentado de chico a grande, ha colocado conceptos como el de flexibilidad, concertación y tolerancia en contraposición a los absolutos del fujimorismo.

En fin, aunque parezca increíble, el signo de la campaña cambió y de  amenaza, Humala pasó a víctima y de advenediza y buena gente, Keiko se convirtió en la encarnación de una pesadilla ya olvidada.

¿Quién ha hecho la mejor campaña? Humala ha rozado su máxima performance y Keiko nunca va a saber que pudo haberlo hecho mejor...

En estrategia Gana Peru ganó por goleada a pesar de su producto.


Enviado desde mi iPhone=

4 comentarios:

Robby! dijo...

Excelente artículo! Y un acto heróico escribirlo en un iPhone desde un café!
Tienes razón, aunque espero de todo corazón que estés totalmente equivocado.

Benjamin Edwards dijo...

Yo también lo espero...

Anónimo dijo...

Bueno, pero muy subjetivo para ser un análisis de estrategia. Sigue escribiendo!

Benjamin Edwards dijo...

Anónimo! gracias por el comentario... Lo del análisis estratégico... bueno la subjetividad es inversamente proporcional al conocimiento. Por lo del "sigue escribiendo" supongo que puedes ser mi mamá, así que gracias mamita!